¿Es estrés o es ansiedad?

El estrés y la ansiedad son respuestas naturales de nuestro cuerpo frente a una amenaza. Nos permiten activar rápidamente nuestro organismo, estar alerta y prepararnos para responder a esa amenaza luchando o huyendo.

Gracias a este mecanismo de adaptación hemos podido sobrevivir como especie. Por tanto, no podemos pretender eliminar esta respuesta totalmente, sino aprender a regularla: primero, a que no nos “salte el aviso de alarma” a la mínima (distinguiendo las amenazas reales de las anticipadas o irreales), y segundo, aprendiendo a gestionar el malestar una vez que aparece.

El estrés:

  • Suele surgir por desencadenantes externos, que suelen reconocerse con facilidad.
  • Aparece cuando creemos que no podemos hacer frente a una situación concreta, bien porque es muy exigente, o bien porque no tenemos (o creemos no tener) los recursos, habilidades, información o tiempo necesarios para afrontarla.
  • Desaparece progresivamente con la eliminación del factor estresante.
  • Suele predominar el nerviosismo, la irritabilidad y la preocupación.

Cierto nivel de estrés nos ayuda en nuestros desafíos del día a día. La “ley de Yerkes-Dodson” explica que un nivel de activación moderado se relaciona con un mayor nivel de rendimiento y motivación.

Los niveles bajos de activación nos desmotivan o nos hacen perder fácilmente el interés (sentimos menos presión, o nos resulta demasiado fácil o aburrido). Por el contrario, los niveles altos de activación nos bloquean, perdemos precisión o nos llevan a rendirnos con la tarea.

Normalmente cuando pensamos en el estrés, nos suele venir a la mente el estrés laboral, pero lo cierto es que podemos enfrentarnos a muchas fuentes de estrés, de las cuales algunas pueden ser modificadas por la persona, y otras no. Por ejemplo:

  • A nivel laboral: responsabilidad, alta demanda, mal ambiente laboral, poca información sobre la tarea, dificultad de la tarea, ambigüedad o conflicto de rol, jubilación…
  • Relacional: problemas en relaciones sociales, familiares o de pareja, paternidad y maternidad, cuidados de seres queridos enfermos, mayores o dependientes, comunicación agresiva en tus relaciones…
  • Ambiental: vivir en un ambiente aversivo, estímulos muy intensos (como ruidos muy fuertes, constantes o estridentes), mudanzas, migración, dificultad para desplazarse, vivir o trabajar en un barrio con delincuencia …
  • Social: ingresos económicos bajos, discriminación, listas de espera en la sanidad…
  • Personal: duelos, separaciones, accidentes de tráfico, procesos judiciales…
  • Fisiológico: problemas de salud, cambios hormonales, consumos de sustancias, menstruación, menopausia…

 

Se llama “estrés agudo” a cuando el estresor se da de manera puntual (siendo de mayor o menor duración), y “estrés crónico” cuando el estresor se mantiene en el tiempo. El estrés suele desaparecer progresivamente con la eliminación del estresor.

La ansiedad:

  • Surge por factores internos (pensamientos, interpretaciones y anticipaciones) que no siempre se identifican claramente.
  • Es una respuesta emocional a la percepción de una amenaza.
  • Las emociones que predominan son el miedo o la preocupación excesiva.
  • Permanece aunque desaparezca el estresor.

Cuando la ansiedad es muy frecuente y/o intensa puede convertirse en un trastorno de ansiedad, como:

  • Trastorno de ansiedad generalizada (TAG).
  • Ansiedad social.
  • Trastorno de pánico (con o sin agorafobia).
  • Hipocondría.
  • Trastorno obsesivo-compulsivo.
  • Trastorno de estrés postraumático (TEPT).
  • Fobias específicas.
  • Trastorno de ansiedad inducido por sustancias o medicamentos.
  • Trastorno de ansiedad por afección médica.

Además, la ansiedad puede presentarse junto a otros trastornos psicológicos, como la depresión.

¿Qué puede ayudarte con tu estrés y/o ansiedad?

Tener una serie de hábitos saludables puede ayudarte a disminuir tus niveles de ansiedad y estrés. Por ejemplo:

  • Establece una rutina diaria realista. Aprende a organizarte, divide tus tareas en micro-tareas y aprende a priorizar.
  • Haz con frecuencia actividades que te aporten bienestar.
  • Evita el sedentarismo y haz ejercicio con regularidad.
  • Duerme y descansa lo suficiente.
  • Escucha a tu cuerpo y hazle caso, no fuerces la maquinaria.
  • Medita, escribe o haz actividades de introspección con regularidad.
  • Aliméntate de manera saludable y equilibrada.
  • No fumar, beber alcohol o consumir sustancias.
  • Reduce o elimina el consumo de cafeína.
  • Aprende a expresar lo que piensas, quieres y necesitas de manera asertiva, y marca tus límites.
  • Aprende a distinguir lo que depende de ti, y lo que no. ¡Gran parte de nuestro malestar viene de intentar controlar lo incontrolable!
  • No normalices ir al 200% todos los días. Porque eso es un sobreesfuerzo, no es tu normalidad, y no se puede sostener en el tiempo.
  • Cultiva tu red de apoyo social.
  • Fomenta tu independencia.
  • No estés siempre en casa, sal a despejarte.
  • Sé just@ y ten autocompasión. Ten una crítica constructiva que te ayude a crecer, no a hundirte, y sé más indulgente contigo mism@.
  • Utiliza el sentido del humor y aprende a relativizar.
  • Concédete llorar, si eso es lo necesitas.
  • Cuida y juega con tus mascotas.
  • Sal a la naturaleza.
  • Pasea frecuentemente y toma el sol (con protección).
  • Ten ratos o días de desconexión de las redes sociales digitales e internet para conectar contigo y tu entorno real. No te compares con lo que ves en redes (recuerda que es sólo un espejismo).

 

¿Y si esto no es suficiente?

Consulta con un/a profesional de la psicología. Te ayudará a comprender mejor tu malestar, qué puede estar relacionado con su aparición y qué factores lo mantienen, y te dará herramientas para gestionarlo de una manera más adecuada y saludable.

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Ana Corral Psicóloga

¡Hola! Soy Ana Corral, soy psicóloga sanitaria, y me dedico a acompañar y ayudar a otras personas a gestionar mejor sus emociones, pensamientos y comportamientos en problemas de ansiedad, depresión y pareja. Trabajo dando terapia presencial en Palma y terapia online.

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